Se llevaba a cabo en el verano, y había tres días de fiesta alrededor de las vaquillas. El viernes por la tarde se traían la vaquillas y se hacia una parrillada de sardinas y limonada para todos. El sábado se toreaban, se comía caldereta y se hacia baile por la noche. El domingo se comía y se cenaba la vaquilla, y por la noche baile.

Aunque algunas personas, aún siguen acudiendo por otros motivos, antes acudían con cierta regularidad las gentes del pueblo y de la zona a la Feria de Ledesma, que se celebra todos los jueves, y en la cual se vendía y compraba el ganado, productos de la huerta, y otros artículos.

Se celebraba el 3 de febrero. En misa se bendecían las gargantillas (cintas de nylon de diferentes colores, que llevan impreso el sello de San Blas) que se colocan alrededor del cuello para protegernos de los males que afectan a la garganta.

Se celebraba el 2 de febrero con mucha devoción. Había una misa con diferentes ofrendas.

Era la fiesta de los quintos, había una misa, donde ofrecían una botella de vino y una torta de pan. Antes de misa se soltaba todo el ganado del pueblo y se le hacia dar una vuelta alrededor de la Iglesia. Después de la misa se bendecían los animales. Por la tarde se corrían los gallos a caballo, luego había baile y cena de quintos. Al día siguiente, se corrían las cintas a la entrada del pueblo. Se hacia una pintada de caoba en el frontón con el nombre de los quintos.

Hasta hace muy pocos años esta tradición aún se mantenía. Se salía a pedir por las casas cantando, y les daban dinero y chorizos, que después se merendaban.

El día 1 de enero, parece ser que los ganaderos y la gente humilde del pueblo pedían el aguinaldo antes de la misa. Los ricos daban una morcilla y rara vez algún chorizo.

Cada acontecimiento tenía su toque de campana diferente. Había toques para los nacimientos, la muerte, a fuego, tormenta…

Antes se ponían faroles, cirios y se tocaban las campanas toda la noche, pero no se ponían flores. Por la tarde se iba a ver los cerdos a la entrada del monte, y se les echaba de comer “el salón”, luego se vareaba una encina, “la encina sabrosera” para todo aquel que fuese a buscar las bellotas, luego se iba al rosario.

Los cofrades de la Vera Cruz iban a dormir a casa de las personas enfermas que estuviesen solas y también se les asistía hasta la muerte.

En el actual cementerio de Torresmenudas estaba la Ermita del Humilladero en la cual había un Cristo Crucificado que portaban lo cofrades en los entierros. Cuando la ermita se derrumbó, el Cristo pasó a la iglesia.